martes, 3 de diciembre de 2013

Amigos son aquellos que se cuidan las espaldas.




Y eso que la amistad puede estar llena de obstáculos. Mantener la amistad es más difícil que mantener el amor. Pero a pesar de las espinas del camino. Siempre hay un lugar para darse la mano. O sentirse en la punta de los dedos.

Carla y Silvia se hicieron amigas casi sin darse cuenta. Pasaron de compañeras de trabajo a compartir confidencias en esos pocos ratos de la máquina del café. Dejaron de competir para ayudarse una a la otra.
Silvia ascendió y Carla se fue a vivir con su novio.
Los siguientes meses nada cambió.
Casi.
Silvia ya no podía contarle todo a Carla. Y alguna vez se sintió incómoda por un exceso de confianza con la, ahora, su subordinada.
Intentaron separar ambos mundos. Verse más fuera del trabajo. Pero Carla estaba muy centrada en su pareja. En los proyectos compartidos entre ambos. Se quedó embarazada y eso la llenó plenamente.
Los mundos de Carla y Silvia se fueron alejando. Se saludaban en la oficina, algún raro café juntas y, cada vez más en watsapp con diálogos cortos.
Un día discutieron. La una cansada de escuchar los progresos del bebe y la otra un tanto hastiada de tanta ambición profesional.
Las pasadas navidades, ya ni se felicitaron.
Pasaron unos años.
Aquella tarde de domingo, Carla no se sentía nada bien. Su matrimonio se había convertido en un infierno. Todo el día discutiendo.
Aquella tarde de domingo, Silvia tomó una decisión. Dejaría la empresa. Tanta ambición y competitividad no la llevaba a ninguna parte. El lunes presentaría la dimisión. Luego ya vería que haría con su vida.

Sin saber muy bien porque, Silvia pulsó la pantalla para llamar a Carla.
- Hola. ¿Que tal todo? Hace mucho que no se nada de ti. Ya no nos vemos... Podríamos quedar para tomar un café juntas.
- ¡Hola! Me encantaría. De verdad.


Fotografía: Rosa Blanco

Texto: Salvador Altimir

lunes, 18 de noviembre de 2013

Leonardo Barahona: A un amigo

Cuando colgué el teléfono me di cuenta que no te lo había contado todo.
Ya te dije que me preocupa cómo tengo que proceder con él, ¿entiendes?.
Quiero acompañarle. Cuando estamos juntos, hablamos. Antes era yo el que no paraba de hablar, así él no tenía que esforzarse en encontrar la siguiente palabra, me miraba callado, casi siempre con una sonrisa en los labios. Cuando era él el que hablaba, se sentía mal viendo que no era capaz de terminar una frase, de no poder contarme el último matiz de la historia que tuviera en la cabeza. Ya no, ahora le dejo hablar, ya no se para a buscar, las palabras brotan fluidamente de sus labios, aunque no de su mente. A ratos se da cuenta que lo que está diciendo carece de sentido y calla. Me gustaría contarle que no importa, pero no estoy seguro de si me entendería y decido no arriesgarme. Sus pensamientos van y vienen a un ritmo extraño… ¡Ay! qué difícil es esto.
Si, ya lo sé, pero no puedo evitar sentirme culpable. Hay momentos -esos momentos anodinos- en los que me acuerdo especialmente, y quiero ir, dejar lo que esté haciendo y estar con él, porque nos queda poco tiempo juntos, eso lo sabemos tu y yo. Él también lo sabe.



Voy llorándole poco a poco y así espero que cuando se vaya duela menos. Cada vez soy más consciente que ya se ha ido una parte de él, es una vela que se está apagando. A fuerza de entristecerme, ya no intento recordar cómo fue. Tendré que conformarme con esa chispa de luz en la mirada, con ese requiebro de entendimiento fugaz, con el laberinto imposible de su demencia senil descifrado por un instante.


Gracias por ayudarme con mi padre, amigo.

jueves, 14 de noviembre de 2013

La magia


En una excursión nos encontramos con un gran árbol y nos dió por abrazarlo. A mi me dió una sensación de gran calma, cuando le pregunté a mi amigo como definiria la experiencia me dijo:

- La paz que no encuentro en una iglesia me la proporciona un árbol.

Y sin embargo, es la misma simbología. Si hay algo en el hombre que le lleva a creer en un poder sobrenatural sagrado, numerosas veces ha considerado que este poder reside en los árboles. Desde el árbol de navidad hasta el baobab, desde los robles druídicos hasta el árbol de Guernica, los árboles han estado ahí durante generaciones uniendo a los hombres bajo su sombra.

Foto:   Xavier Sánchez
Texto:  Rafael Maldonado, Xavier Sánchez

lunes, 11 de noviembre de 2013

La historia más bella del mundo


Este hombre que busca el billete para pagar su carajillo está a punto de desmayarse. Cae al suelo desvalido, la mujer se levanta, alarmada, para ayudarle. El hombre no responde, llaman a una ambulancia, suben al hombre a la camilla. La mujer no lo piensa, sube a la ambulancia con él. El hombre ha vuelto en sí y la mira tras la mascarilla de oxígeno con unos ojos pequeños y vidriosos. La mujer esquiva su mirada y piensa que, total, no hay nadie esperándola en casa. Su marido, en paro, era quien cuidaba de la casa, permanecía allí solo todo el día, le decía. Pero ella, ausente en su turno doble de limpiadora de oficinas, no se enteraba de lo que parecía inevitable. Así que un día dejaron de esperarla.

Llegan al hospital, los reciben, la dejan esperando en una salita. La mujer espera, por qué no. Sale un médico a informarla, como si fuera algún pariente. "Su padre está bien, un chichón de la caída, pero dígale que deje el alcohol y que se tome sus pastillas". El hombre entra empujado en una silla de ruedas. "Aquí está su hija, Simón". Esta vez sí se miran. Cogen un taxi. "Gracias por no decir que no soy tu padre". Es viudo desde hace cuatro meses, tampoco le espera nadie en casa, no tiene hijos, nunca llegaron. Él y su mujer se preguntaban si sería mejor así, con la de disgustos que dan. "Me llamo Esther". "Pero tutéame, mujer". "Es que podría ser mi padre". "Por eso mismo".

Texto: Rafael Maldonado
Foto: Salvador Altimir

sábado, 2 de noviembre de 2013

Blanco y negro

Hay un momento para la vida y otro para la muerte.hay un momento para ser feliz y otro para no .Hay un momento para verlo todo blanco y otro para verlo todo negro.
Y más allá cuando se despeje la niebla y se pueda ver más lejos ,habrá negros y blancos y grises y azules y rojos y verdes...

"Hay gaviotas y cigüeñas y cacatúas. Hay las paredes de esta habitación y las sábanas de mi cama. Hay lirios del valle, claveles y los pétalos de las margaritas. Hay la bandera de la paz y el luto chino. Hay la leche materna y el semen. Hay mis dientes y la magia blanca. Hay mentiras blancas y calor blanco. Luego, sin vacilar, pasa al negro, empezando por listas negras, mercado negro y la Mano Negra. Hay la noche sobre la ciudad. Hay zarzamoras y cuervos, azabache y pez, Martes Negro y peste negra. Hay magia negra. Hay mi pelo. Hay tinta que sale de la pluma. Hay el mundo como lo ve un ciego."

Fragmento de la trilogía de New York de Paul Aster

Rosa Blanco

martes, 29 de octubre de 2013

Click

Tenía esta foto abandonada en el archivo. Tomada en película hará un par de años. Y esta noche, pensando (e intentando hilvanar una historia) sobre esta época cargada de injusticias que nos toca pasar, apareció la foto.
Es una instantánea. Gente que no conocí ni conoceré. Que estaban ahí. Para el recuerdo.
La composición no está mal. Supongo que es un atardecer de finales de Septiembre.
Tal vez no ocurría nada especial en ese momento. El se agachó, quizás acababa de salir del agua. Y ella le esperaba.
Tal vez el buscaba algún crustáceo. Y ella empezaba a cansarse de esperar.
Tal vez tenían bronca. Ella quería dejarlo. Y el hombre suplicó una nueva oportunidad.
Tal vez.
Ahí esta la magia.
Las fotografías nos ayudan, ¡nos impulsan! a soñar.
Cualquier foto, por muy trivial que pueda parecer, es una puerta a la imaginación.
Cualquier foto es un gran recuerdo.
No hay malas fotos. Aunque solo le importe a una persona, aquella foto valió la pena.
¡Darle al click!


domingo, 13 de octubre de 2013

La novia y el chofer.

Margarita, ¡es tan feliz! Esta mañana otoñal. Anoche durmió raro. Pero, una no se casa todos los días. El vestido le sienta genial. Jamás la peinaron y maquillaron tan bien. Siente que está radiante. Deja la casa de los padres. Ahora estará con David.

No van a tenerlo fácil. David terminó empresariales y todavía no tiene trabajo. Pero, de momento, les bastará con los mil euros que ella gana en el bufete. El piso les quedó fenomenal. La madre de David tiene mucho gusto. Se lleva muy bien con ella. Tanta ilusión por delante. ¡El día más feliz de mi vida!

Esta mañana, Juan Carlos está muy cansado. Pasó la noche en el hospital. Remedios está cada día peor. Por mucho que digan los médicos, ve que se está muriendo. No mejora nada. No es que la quiera demasiado. En realidad, nunca la quiso. Pero han pasado más de cuarenta años casados. Y eso, de una manera u otra, pesa.

Compartieron hogar. Tuvieron cuatro hijos. No se amaron. Tal vez un poco los primeros años. Pero, ¿eso importa? No discuten demasiado. Se hacen compañía. Cuando cobre la viudedad, igual se plantea dejar este empleo de chofer. Ya un poco harto de pasear a novios.

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Margarita y David se separaron a los siete años de casados. Ella conoció a Javier, un fotógrafo de bodas. Se enamoraron. David lo pasó mal durante unos nueve meses. Pero le nombraron product manager y ya le fue bien disponer de más dinero.

Juan Carlos ya no es viudo. Se volvió a casar con Carlota, veinte años más joven que el. La deja hacer, no le importa. Los ratos que pasan juntos, le valen.

domingo, 22 de septiembre de 2013

La muerte dulce


Javier tiene 86 años. Se mantenía bien hasta hace un par de meses. Pero perdió, casi de un día a otro, el apetito. Le costaba ir de vientre. Y manchaba un poco de sangre. Los primeros días no dijo nada a nadie. Pero, se sentía cada vez peor y, al fin, se lo contó a su mujer.
Le llevaron al hospital. No fueron necesarias demasiadas pruebas. Tenía cáncer de colon.
El internista que le atendía comentó con cirugía. Un tratamiento radical no era posible. Demasiado agresivo para Javier. Que además era diabético y padecía del corazón. Podían resecar algo del tumor y hacer un bypass para mantener el tránsito intestinal. No se libraba de la enfermedad, pero igual mejoraba su calidad de vida. A lo mejor.
Le operaron. Mas o menos bien. A la semana empezó a toser y ahogarse. Tenía una pulmonía. Los antibióticos mataron al microbio.
Pero Javier ya casi no comía nada. Los pensamientos se fueron de su control. Incapaz de levantarse de la cama. Cada vez más débil.
Hace una semana que soy su médico. Hemos hecho las cosas que parece se deben hacer. Pero Javier va a su ritmo. Ya se niega a comer, no quiere levantarse de la cama. Sonrie cuando me ve. Eso si.
Hoy dijo que quería una muerte dulce. Se siente orgulloso por ser el último que se va de sus amigos. Cuenta, que en la plaza, en Singerlin, habían hecho apuestas. El siempre era el primero de la lista. Y, al final, será el último en marchar.
- ¿Miedo a morir? ¡Para nada!
- He vivido miserias y alegrías. Mas de esas que de las otras. Pero ya quiero estar tranquilo.
- Hable con mi mujer. Ella es mi vida. Le explicará mejor que yo.
Rosalia es 10 años más joven que Javier. Tiene su edad, pero lo lleva bien. Lleva 50 años en Cataluña pero sigue siendo muy de su Carmona natal.
- Mi marido es muy listo. Llegó aquí, sin nada. Y montó el taller. Ahora lo llevan mis hijos. El les dio todo.
- Ya se como está. Lo dijo la cirujana.
- Doctor. El quiere una muerte dulce. Que no sufra. Estaremos siempre con el. No nos falle, doctor.


martes, 17 de septiembre de 2013

Vicent Carrión: Olor a aceite quemado

Hacía muchos años que no asistía a una competición motociclista en directo. Recuerdo, en la década de los ochenta, ver en una población vecina a la mía como Jorge Martínez “Aspar” vencía a Joaquín Alós “El Gato”, el piloto “number one” de mi pueblo en la época. Al final de la carrera, el de felino mote atribuía la victoria de “Aspar”  – el apodo le viene, tengo entendido, de su abuelo, que era “aspardenyer”, es decir, en la lengua valenciana, el artesano que hace alpargatas –  a su máquina: un “pepino” comparada con el “aparato asmático” que él llevaba.

Desde entonces veo las motos por la tele y, claro, al asistir un día del pasado agosto a la prueba que se celebra anualmente durante la Fira de Xàtiva, no pude más que, igual que un japonés al ver una “mascletà” por primera vez, quedar impactado, impresionado.







El olor a aceite quemado, la humareda de las salidas, el rugir de los motores, los pilotos tan cerca, la parafernalia que rodea todo este mundo… en fin, un cúmulo de sensaciones que hacen que la gente prefiera ver estos espectáculos en vivo, a pesar de que no se pueda disfrutar de la repetición de un adelantamiento o incluso no se sepa, inmediatamente, quién ha ganado.







No soy un forofo del motociclismo pero os aseguro que esa mañana lo pasé en grande.

domingo, 21 de julio de 2013

Un poco más allá.


Un poco más allá. Salir del espacio chico del cada día.
(Pero como más te acercas al horizonte, más lejano está. Porque estás más cansado)

¿Que podía contarle Alfonso a Clara?
Que si, que ya está, que lo pasaron bien, que fueron unos años hermosos…
- Que somos una familia, que los hijos son felices y nuestros padres nos adoran.
- No es lo que piensas. Si que eres muy guapa. Eres la más hermosa del mundo. No es eso.

¡Ay! La pobre Clara. En su bikini a rallas verdes y azules. La cabellera rubia mecida por el viento. El cuerpo esculpido en el gimnasio. Las uñas, perfectas, de color carmín. Como los labios.
- Alfonso, no lo hagas. Ahora, ya, no. No quiero sufrir.

Pero Alfonso, a sus 52 años, estaba decidido a hacer un curso de Windsurf. Pesara a quien pesara.

(Para Rosa B. que seguro que pilla.)


domingo, 7 de julio de 2013

Temps / Tiempo

No et trobo a faltar.
Se que estas.
Tot i que no et puc veure.
El temps de compartir plegats ha acabat.
Allò de "avui he fet", "estic pensant","em preocupa" ja no existeix.
No queden ni els "hola" o els "ey".
Tot aixo va morir aquella tarda trista de malentesos.
I, sembla, saps que? Ara viure, potser, es mes senzill.
Si acceptem que viure sense les persones que apreciem facilita el passar dels dies.
I ens torna a aquella distancia, sense compromisos que, al menys a mi, m'ha caracteritzat sempre.
Potser mai havia d'haver deixat aquesta manera tan meva de ser introvertit...
Hi ha enyorances, clar.
Però el temps pot amb tot.
Fins i tot amb aquesta melancolia que m'envolta.
El temps. Sols falta aixo. Una mica mes de temps.

(Enric Cases. 1961- 2002)

No te encuentro a faltar.
Se que estás.
Todo y que no puedo verte.
El tiempo de compartir ha terminado.
Aquello de "hoy he hecho", "estoy pensando", "me preocupa" ya no existe. 
No quedan ni los "hola" ni los "ey".
Todo eso murió aquella tarde de malentendidos.
Y, parece, ¿sabes que? Ahora vivir es, tal vez, mas fácil.
Si aceptamos que vivir sin las personas que apreciamos facilita el pasar de los días. 
Y nos devuelve a aquella distancia, sin compromisos, que, al menos a mi, me ha caracterizado siempre. 
Tal vez nunca debería haber dejado esa manera de ser tan introvertida...
Hay añoranzas, claro.
Pero el tiempo puede con todo.
Incluso con esta melancolía que me envuelve.
El tiempo. Solo es eso. Un poco más de tiempo.

(Enric Cases. 1961- 2002)





miércoles, 5 de junio de 2013

De viaje por la infancia

Ya comenté en una vieja entrada que el pasado era un país extranjero, que funcionaba bajo distintos presupuestos a los del que lo visita. No hace mucho tuve una visión alternativa de este fenómeno durante un pequeño viaje en bici que, al coincidir con la Semana Santa, no sólo me llevó a otros lugares sino que me hizo visitar, como turista, mi propia infancia.

Y es que no hay modo más preciso de describir el impacto de verme envuelto, tres días consecutivos, en las procesiones de Semana Santa de tres poblaciones de diferente tamaño tras llevar más de tres décadas -desde que era un niño- sin asistir a ninguna de ellas ¿Cómo no calificar de impactante ver a medio pueblo disfrazado, pues disfraz es el vestido de nazareno para quien el descreimiento y la distancia han desnudado al hecho religioso de toda su trascendencia? Ver al conjunto de autoridades cerrando las procesiones, tal y como han debido de hacer durante siglos, le retrotrae a uno a tiempos menos masificados y más directos.


Reconozco que había perdido totalmente la conciencia de la repercusión popular de estos eventos, que parecen mover a toda la población pese a que se centran en un asunto que a su mayoría, en realidad, ya ni les va ni les viene. Tengo que confesar que sí vi gente poco involucrada: un grupo de chiquillos inmigrantes (un magrebí, un sudamericano y dos rubios del Este) que se pasaron dos horas de procesión riéndose de todo el mundo y haciendo alguna que otra maldad, prueba quizás de que en este tipo de manifestaciones hay que estar dentro para que realmente funcionen. Para la Iglesia, indudablemente, es una de las pocas formas que le van quedando para socializar e imbricarse en la vida de la población.


Como toda manifestación artística de alto impacto, y una procesión no deja de tener algo de teatro callejero, la música tiene una importancia capital y en dos o tres pasos llegó a hacerme conectar con ellos y sentir un punto intenso de emoción. Cada uno lleva su banda, tan importantes aún en los pueblos, y con mucha gente joven entre sus componentes, cuyo único contacto con la música sería probablemente en otras circunstancias la última banalidad de Justin Bieber o Rihanna.

Como casi siempre ocurre cuando nos cruzamos con la religión, hubo también espacio para las sombras. Al aparecer las personas mayores descalzas -no observé a ningún joven en ese trance- incluso sin calcetines sobre un asfalto húmedo y helado, comprobé que las promesas siguen aún vigentes, fieles al eterno gusto de la Iglesia católica por el castigo físico, la penitencia y la compra de favores divinos mediante el sacrificio y el dolor. Es esa obsesión en contra de la alegría, la belleza y el placer, y a favor de la oscuridad, el sufrimiento y la sangre, un mecanismo evidente para vendernos esa vida eterna que sólo ellos pueden proporcionarnos, tan evidente que sorprende que aún funcione.

domingo, 26 de mayo de 2013

Nacer pobre


Joder. Joder y joder. No pensaste nunca que las cosas pudieran ir tan mal. Una infancia de miseria en el Pakistan natal. Vida en una media casa. Las calles llenas de barro. Una escuela mínima para aprender un par de cosas. A los 10 años trabajando para hacer camisas. El encargado siempre chillando. ¡Azotes!
A los 16 alguien te habla de marchar a Europa. Ahorras los dos mil ni se sabe como. A los 24, ya casado y con tu hija, tomaís el vuelo. A Paris.
Un barrio del sur. Un trabajo duro en el mercado de abastos. Cargar con esas terneras tan grandes durante ocho horas.
La niña crece. Va a la escuela. Aprende.
Te duele tanto la espalda que ya no sabes si podrás continuar. Tienes 40 ya.
Mahin te dice: Ves a España. Ahi están bien. Monta tu negocio.
Sigues ahorrando. Llegas a Barcelona en el 2007. Te ayudan a buscar el local. Un pequeño lugar en la calle Aribau. "El millor preu", le llamas. Un colmado donde vendes un poco de todo. Abierto desde las 10 de la mañana hasta las 11 de la noche. Todos los días. Tu mujer te ayuda a cubrir las horas. La niña, que ya no es para nada niña, está estudiando para ser fisioterapeuta.
Parece que la vida va bien. Hay sonrisas. Por la noche. El único momento para el descanso.
Pero en el 2009 algo se tuerce. No sabes que pasa. Los clientes bajan. Vendes menos.
Esa gente alegre que pasaba a última hora a comprar bebidas y algo para comer ya no viene.
En el 2011 todo es peor. En la calle de arriba han abierto un supermercado, de cadena, que hace el mismo horario bestia que el tuyo.
Casi nadie entra ya en tu tienda.
Hace un par de meses que has colgado un cartel para traspasar el negocio.
Nadie está interesado. Ya te ves bajando la persiana, un día.
Y no volver.
Y ya no saber que hacer.
Joder. Joder y joder.
Esta vida no es para los que nacimos pobres.

jueves, 23 de mayo de 2013

Final de ciclo.


Hace apenas unos minutos que hemos llegado a casa. Tras asistir a la ceremonia de final de bachillerato en el colegio de Marta. Daniel terminó el año pasado.
Los diferentes oradores se han referido, entre otras cosas, al final de una etapa y al inicio de otra.
Esa sensación también la tenemos los padres.
Nuestros hijos entraron con 2 años y han salido con 18. Siempre en la misma escuela.
Cuando buscábamos colegio esperábamos encontrar un modelo educativo que defendiera tres valores.
Formar personas con espíritu crítico, para mejorar la sociedad.
Capaces de pensar y decidir por ellos mismos, que es la clave de la felicidad
Y que valoraran la cultura del esfuerzo. No para competir contra otros. Pero si para competir contra ellos mismos.
Creo que nuestros hijos han incorporado estos valores.
A partir de ahí, han de construir los suyos. Los hijos son prestados.

Permitidme terminar esta nota biográfica con una fotografía con Marta.


miércoles, 24 de abril de 2013

Platos de cuchara

Cada vez que como un buen plato de arroç amb fessols i naps, un potaje o incluso una humilde sopa de ajo, me pregunto el porqué del abandono contemporáneo de los platos de cuchara.  No me acaba de convencer la explicación convencional que dice que ya no hay tiempo para cocinar. Muchos de estos platos apenas precisan de un rato para su preparación, ocupándose el resto del tiempo en la cocción, que muchas veces concluye por calor residual, incluso durante la noche. Algunos platos, como muchas sopas sabrosísimas, ni siquiera necesitan una cocción larga.



A veces me parece que todo se deriva en realidad de una concesión más a los caprichos infantiles, que se arrastra luego por dejadez e incultura gastronómica hasta la edad adulta. Antes, si el chaval no quería sus lentejas o su potaje, no tenía otra que comérselos y, con el tiempo, aprendía a apreciarlos. Ahora, basta que diga que no los quiere para que su mamá le haga, amorosa, los macarrones o la pizza que parecen ser lo único que gusta a la juventud de estos días, aparentemente indignados con todo menos con la bazofia que comen.

Por supuesto, en otro de esos quiebros satíricos con que tantas veces se nos ríe la vida en la cara, los platos de cuchara están resurgiendo en la hostelería, con nombres ornamentados, la procedencia de cada ingrediente bien identificada en la carta, y precios más propios de un salón parisino que de una casa de comidas, trasunto comercial del comedor de la abuela, sacro origen de todo lo sabroso del mundo.

jueves, 4 de abril de 2013

La melodía del afilador


Hará casi cinco años de la última vez que oí la característica melodía aflautada y aguda de la armónica del afilador recorrer las calles de mi barrio, lo vi por la ventana con su artefacto motorizado. Por esas fechas mis reflejos fotográficos aún eran lentos y cuando decidí salir a tomar unas fotos del afilador ya había desaparecido sin dejar rastro.  Recorrí un rato las calles adyacentes pero parecía que se hubiera desvanecido como el humo.

De pequeño recuerdo haber oído esa melodía más a menudo, al menos una vez a la semana se le oía  acercarse. Cuando esto pasaba, algunas veces mi madre dejaba todo lo que estaba haciendo, cogía los cuchillos y tijeras y bajaba rápido para que le afilaran esos enseres, yo no entendía muy bien el porqué de tanta prisa, quizás para no tener que esperar ya que parecía tener mucha clientela o quizás el afilador se alejaba rápido y no se demoraba mucho en una misma calle.

Una vez me tocó a mí bajar y me fascinó la manera de trabajar el metal que tenía el afilador mientras le daba a un pedal y la mola giraba a toda velocidad, de ese proceso me gustaba ver las chispas del metal y observar la bicicleta modificada para la profesión.

Esos recuerdos quedaron enterrados en mi memoria hasta que paseando por otra ciudad vi a uno estacionado en la entrada de un mercado. No era el típico afilador ambulante pero su arte al afilar el metal me trajo de repente esos recuerdos y esta vez sí que le pude hacer la foto.


jueves, 28 de febrero de 2013

La marea

Avanza la marea y desde la más punkie de las crestas hasta el ama de casa que recién secó el último de los platos desfilan sin prisa por las calles de Madrid. Todas las siglas, los colores, los modos de vida. Todas las lenguas y formas de entender el equilibrio entre los individuos y las colectividades. Sólo una ausencia, la de las élites económicas que tanto y tan poco tienen que ver con esa lenta corriente que, semisólida, todo parece llevar.



Y la ola avanza, no bajo el estrépito de la tormenta, sino de una banda sonora que lentamente pasa del ritmo de los tambores al caos de pitos y cánticos, como una radio a la que con parsimonia se le revisan los tesoros que esconde su dial.



Y al final de su camino la ola rompe contra la escollera y se disuelve. Movimiento mil veces repetido, nada nuevo bajo el sol, piensan los de arriba. Habrá más y pasarán. Pero las formas del mundo se han forjado de esta manera, y no hubo piedra tan resistente que quedara en su lugar.

miércoles, 20 de febrero de 2013

¿Nos vamos?


- ¡Vale! Pero nos tenemos que ir a Puerto Rico. Solo ahí, con un poco de suerte, puedan aceptarnos. Seguir aquí es un suicidio social. ¿Lo ves?
- En realidad, solo quiero estar junto a ti. Ni se cuanto tiempo puede durar eso.
- Ese es el tema. Igual aguantamos un par de años. Lo que duren las chispas de ahora. Pero un proyecto ni nos lo dejarán hacer.
- ¿Pero que haremos en Puerto Rico?
- Imagino que, al principio, tomar el sol y pescar al atardecer. Pero tu tienes una profesión. Yo también. Terminaremos haciendo lo de aquí.
- ¿Te atreves?
- ¿Tu?
- ¿Vamos?
- Compro los billetes.


domingo, 3 de febrero de 2013

Febrero 2013

Cualquier intento de escribir esta tarde dominguera de primeros de Febrero y no hacer referencia a lo que está pasando se me ocurre casi inmoral.
Ya no es solo el convencimiento de los misiles directos a un cierto estado solidario, que no de bienestar. Ese no lo hemos tenido nunca.
Ver que, además, durante tantos años, mientras largaban un discurso de ciudadanía y democracia, estafaban sin pudor ni vergüenza.
Llenos los bolsillos de nuestros esfuerzos.
¿Que va a pasar con esa cantidad de jóvenes a los que se les puede escapar el futuro?
¿Y esos adultos que han dejado sin la segunda oportunidad?
¿Que va a pasar con nosotros? Con todos nosotros.
Es una lucha entre clases sociales. Los pocos que poseen casi todo contra los muchos que casi no tienen nada. 
La clase media, atontada, engañada, adormilada, confía en su oportunidad. Pero es un espejismo. Desaparecerá.

Habrá que volver a las barricadas.

 Me pilla cansado para liderar. Pero si me arrastran, ahí nos encontraremos.

No son las escaleras de Serguéi Eisenstein, pero, a mi, me valen.




viernes, 1 de febrero de 2013

Las torres imposibles

Dicen que el pasado es un país extranjero y no me cabe duda de que es así. Quizás cuando las distancias del tiempo y de la geografía se combinan es cuando surgen las sensaciones más sorprendentes y desconcertantes, más divergentes con lo que experimentamos en nuestro día a día.

Torres Asinelli y Garisenda (Bolonia)
Piazza del Comune (Viterbo)

Algo así es lo que me ocurre con las torres medievales italianas, esas agujas sin sentido, de estrechez imposible para su altura, la cual en muchos casos parece en mi opinión negar su declarado propósito defensivo. Muchas han desaparecido ya -Bolonia llegó a tener 180 en su tiempo, en lo que parece la versión medieval del a ver quién la tiene más larga- pero las que sobreviven me dejan boquiabierto o al menos descolocado, aunque sean tan modestas como la de Viterbo.












No sólo su altura y estrechez me fascinan sino que, junto al resto de edificios que las acompañan, me retrotraen a un tiempo donde todo parece funcionar de otra manera. Si bien el tamaño como ostentación de riqueza y poder se mantiene a través de los siglos, hay una atención al detalle y, sobre todo, una vez llegado el Renacimiento, una elegancia alegre que parece haberse perdido por completo en nuestros días.



Torre dei Lamberti (Verona)


Hoy parece tenderse a asociar la elegancia a la sobriedad y la falta de color, mientras que la Italia medieval me transmite alegría de vivir sin perder gusto y esa delicada exquisitez junto a la sensación de que, incluso los más grandiosos, en aquellos tiempos levantaban edificios para el disfrute de las personas, no para el pasmo de las naciones.

sábado, 26 de enero de 2013

Un hotel

Un gran hotel en la costa, de esos en los que todo parece estar incluído. Un mundo aparte, alejado e independiente de la vida real en la población. No es difícil imaginar a sus trabajadores locales procurando olvidarlo al final de la jornada laboral, como si no fuera parte de sus vidas.




Dos carteles, dos formas de pasar las vacaciones. Son las doce del mediodía y mientras una habitación, vacía ya desde hace horas, clama por su limpieza, en la adyacente sus ocupantes duermen los excesos de la noche anterior. Turismo de cámara y zapatillas, turismo de gin-tonics y verbena.







Turismo.