martes, 22 de mayo de 2012

Paramnesia

En ocasiones, hago una fotografía que me recuerda a algo. Es la misma fotografía, pero diferente. Me asalta a veces la idea de que un reducido número de fotografías me persigue, de que buscan algo en mí, desde siempre. Me pregunto si al tomar fotografías lo que hago es repetir una y otra vez la misma imagen, inconscientemente aunque de forma voluntaria. Una extraña conexión entre el cerebro profundo, la corteza visual y el dedo índice derecho del disparador. Mucho más tarde, mirando el contenido de la "caja de hojalata" con los ojos nuevos de la reflexión y la distancia, puedo a menudo encontrar algo en común.


Nueva York, 28-6-2007.




Madrid, 6-12-2010.

domingo, 20 de mayo de 2012

Próximo.

La proximidad entendida como aquello que está cerca.

Tan a mi lado que supone indiferencia.

Espacio no reconocido.

Espiral, tal vez, insinuada en un abismo de pensamientos que no merecen tal nombre.

Recursos que, seguro, no son idóneos en una esperanza imposible que me es hostil.

No se si vale la pena el reflejo.

Tal vez la ilusión.

¡Que se yo!


La proximidad entendida como aquello que está cerca. 
Tan a mi lado que supone indiferencia. 
Espacio no reconocido. 
Espiral, tal vez, insinuada en un abismo de pensamientos que no merecen tal nombre. Recursos que, seguro, no son idóneos en una esperanza imposible que me es hostil.
No se si vale la pena el reflejo. 
Tal vez la ilusión. 
¡Que se yo!

viernes, 18 de mayo de 2012

Érase un país

Érase un país donde su gente se refresca y al mismo tiempo homenajea a la más viril de las hortalizas...


... algo lógico si se observa con detenimiento dónde compra sus muebles.


Y es que hay que estar fresco y descansado antes de ir a comer a restaurantes con nombres tan explícitos...


Pero todo, todo, es preferible a tener que irse de excursión...


Y es que érase un país en crisis, con paro y mucha corrupción, pero al cual las apariencias... le importan un carajo.

lunes, 14 de mayo de 2012

Ángel Herreros: Tarjetas de memoria.



Hablando no hace mucho con un amigo en un blog de Internet (la amistad en un medio tan insólito como Internet, un fenómeno que merecería ser estudiado), recordábamos aquellas cajas de hojadelata de determinada marca de cacao, donde iban a parar todas las fotos de familia y las postales que los aventureros de la época mandaban desde sitios tan fascinantes - al menos entonces, y supongo que debido a la ensoñación infantil de la época- como Benalmádena, Gandía, Benidorm, Las Cuevas del Drach en Mallorca…, el summun de lo exótico. Y las reacciones que provocaba su visionado varias décadas después. 

 De tal modo que me dispuse a buscar la famosa lata de cacao y pasar un buen rato mirando aquellos documentos que de algún modo ponen el prólogo a tus propias vivencias y a las de tu mujer –porque sí, al final todo me mezcla-. 

 Lo clásico: la mili de tu padre, la de tu suegro, las distintas bodas, bautizos y comuniones… etc , hasta que vuelvo a ver una foto que siempre me ha llamado mucho la atención, una foto que debe datar de los primeros años setenta, y que la he considerado un genuino, aunque algo cutre, modo explicativo de algunos de los comportamientos de la época. 

 Durante las Fiestas Patronales – otra cosa a investigar- en un pueblo de Castilla, una imagen refleja el momento en que el campeón de una carrera de burros “posa” con un más bien pírrico trofeo, y a falta de acontecimientos de más interés, a su alrededor se arremolinan algunos personajes curiosos. A saber; 

 Desde luego lo que más llama la atención son las “misses” y su uniformidad casi carmelita: el mismo peinado, el mismo tipo de gafas, el mismo vestido (y de exactamente la misma altura, encima de las rodillas). Una de ellas, tal vez la más audaz, lleva un vestido de paramecios, y además esboza lo más parecido a una sonrisa –ya digo que parece la más audaz-. La verdad, cuesta trabajo pensar el motivo por el cual otras chicas no fueron elegidas para tamaño honor. 

 Supongo que entonces esa manera de vestirse para las fiestas fuese una tendencia, pero para ser tendencia harían al menos falta un grupo de personas, y que un grupo de personas decidieran salir de ese modo a la calle…, sorprende. Casi tanto como la camisa post ye-ye –a juego con el tupé- que lleva el señor de la derecha, y que se la debió de poner ese día por alguna especie de solidaridad rural. 

 El campeón… Como ya hemos comentado más arriba, posa de lo más orgulloso con su trofeo ciertamente chuchurrío, ¡tanto esfuerzo para tan poco!. 

 La escena tiene como fondo casual la lona de la Tómbola Marines, una de las pocas atracciones de aquellos años mucho antes de que cualquier evento fuese “esponsorizado”. También junto a la lona se ve una de las pocas pintadas autorizadas de aquellos años y que fueron tan populares, al menos en aquellos pueblos castellanos: ¡Vivan los quintos del 64!. Total… ¡que más da!. 

 Supongo que a varias décadas vista, la contemplación de esta imagen nos hace sonreír sin ningún disimulo, pero debemos tener en cuenta, y creo que no me equivoco, por mucho que nos sorprenda, y es que a pesar de todo, esos personajes de la foto…¡Somos nosotros!.

sábado, 12 de mayo de 2012

Veinticinco años

Veinticinco años, un cuarto de siglo, toda una vida. Toda una vida porque algo nuevo comenzó ese día en que ambos decidieron compartir su futuro. Dos nuevas vidas que comenzaron y, en su momento, dieron lugar en el mundo a dos más. 



Dos y dos son cuatro, pero no para siempre en el mundo de las personas. Nuevos ciclos de unión y creación descompondrán el resultado en aún más elementos, aunque cada vez menos unidos. Pero en ese constante flujo de la vida hay cosas que no cambian, al igual que el ir y venir de las olas o el movimiento de las nubes no cambia un paisaje. Es una cuestión de que  mantenga lo esencial mientras varíe lo accesorio.

jueves, 10 de mayo de 2012

Eppur si muove

Y sin embargo se mueve, real o ficticia, la frase de Galileo nos muestra un universo que se mueve, una realidad cambiante y voluble. La dona è mobile, según Piave. Volátil o movedizo, frívolo, caprichoso, cambiante. Veleidoso o volandero, de cuerpo y alma, como veletas versátiles y mudables. Sin embargo, las estelas en la mar de Antonio Machado, se mueven; además de no dejar rastro no se detienen, hasta morir. Como vienen, se van, para no volver jamás. Cambios, procesos, fenómenos relacionados con las aves, migratorias, plumíferas y también parlanchinas. Todo se mueve, sin embargo; las estaciones, el tiempo, a process in the weather of the heart.

Y sin embargo se mueve, queramos o no, prefiramos la seguridad monolítica o rocosa, es imposible detenerse. Rocas que se originaron por un cambio, un movimiento telúrico, compresiones y fusiones, fallas y magmas. Todo pasa, y todo queda, pero lo nuestro es pasar. Desde Venecia a Colliure, desde Swansea a Sevilla, lo terreno por tí se hizo gustoso celeste. 

Eppur si muove. Sí, y sin embargo se mueve, de Moguer a San Juan de Puerto Rico, con un trotecillo alegre, de Pisa a Florencia. Todo se mueve, la tierra se mueve, las piernas se mueven por la calle 52. El agua se mueve, el tiempo se mueve, la sangre se mueve. Un incesante ir y venir. Qué loco propósito nos mueve a seguir moviéndonos. And the heart gives up its dead.



martes, 8 de mayo de 2012

Comer sin límite

Leía el otro día en un periódico que durante la guerra civil española y la inmediata postguerra, la población española perdió, de media, 18 kg de peso. 
La noticia venía al caso por la presentación de un libro de Joan de Déu Doménech titulado "La batalla de l'ou" (La batalla del huevo) sobre la alimentación en aquellos años. Parece ser que la expresión "dar gato por liebre" era algo más que una forma de hablar. O la receta de la tortilla de patatas sin huevo… ni patatas: harina, agua y bicarbonato. ¿Las patatas? ¡La parte blanca de la piel de naranja! 
En Cuba también pasaron hambre tras la caída de la URSS y el bloqueo posterior. Constataron una perdida del peso de los ciudadanos, pero observaron que disminuyeron los problemas cardiovasculares y, en general, mejoró la salud de la población. Las muertes por diabetes disminuyeron un 51% y las derivadas de un infarto de miocardio un 35%. La combinación menos calorías y más ejercicio (tenían que andar más por el alto precio de los carburantes) mejoró la salud de la población. 
Nada más alejado de mi intención es hacer una apología de los beneficios de las carencias económicas. Menos en estos tiempos en que tantos compatriotas (y tantos ciudadanos del mundo) tienen que hacer esfuerzos para alimentarse con dignidad. 
 En mi opinión, la epidemia de obesidad que vive occidente es debida a la presión de las industrias alimentarias. Una parte del aumento de sus beneficios se basa en conseguir que los ciudadanos consuman más calorías. Tienen otras estrategias, pero no se trata de analizarlas en esta entrada. 
La foto ilustra, a modo de campaña de educación sanitaria, a donde nos puede llevar el "comer sin límite"