domingo, 24 de junio de 2012

La residencia

La mayoría de nosotros somos incapaces de imaginarnos ambulando precariamente entre unas barras paralelas ayudados por una fisioterapeuta. Un metro, no más, nos separa de la silla de ruedas que suele trasladarnos de un lado al otro de la residencia. 
Para la mayoría de nosotros esto puede suponer una "no vida", dependiendo de que nos compren y hagan la comida, que no escogemos. Decidan lo que nos puede entretener o no. Y la mejor hora para acostarse o levantarse.  
La mayoría de nosotros no tiene presente que, ya en nuestra juventud, las cosas pueden ser iguales. Caminamos entre pasarelas autorizadas. Comemos lo que nos podemos permitir y nos acostamos en función del "dios despertador". Tampoco hay demasiadas diferencias. 
Por eso no nos va a extrañar, si toca.




Al menos, en la residencia estarán pendientes de nosotros y se desvelaran por cuidarnos. 
Igual puede ser un final feliz a demasiadas amarguras pasadas.

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