Son las 8 de la mañana y las bocas del metro de Rambla
Catalunya se tragan a los últimos rezagados de la fiesta nocturna. A lo lejos veo una figura de negro con
sombrero en una pose extraña. El Maestro ya está trabajando, aprovecha el
último hueco que hay en la acera antes de que una furgoneta de reparto aparque para
hacer una foto de la entrada del cine.
Después de un saludo y un fuerte abrazo me enseña la foto
que acaba de conseguir… el listón está muy alto ya desde el principio, una foto
irrepetible, llegamos tarde.
Poco a poco va
apareciendo el resto del grupo, grandes mochilas, trípodes enormes, caras de
sueño y alegría por vernos de nuevo para hacer de las nuestras.
Tomamos un café y poca cosa más, hay que ir a por faena,
el cine ha abierto las puertas y Antonio el operador de proyección ya debe
estar trabajando. Entramos dentro y al cabo de un rato nos avisan que podemos
subir por una escalera estrecha y empinada que nos lleva a la sala de
proyectores..
De repente la sensación de glamour que nos brindaba la entrada principal del cine
desaparece y en su lugar nos encontramos con una sala más bien pequeña y
abarrotada de maquinaria, cables, proyectores y otros enseres mal iluminados
por una tenue luz que proviene de pequeñas bombillas de 8 vatios como mucho.
Poco a poco va calando la magia del lugar y nos vamos
dando cuenta de la complejidad fotográfica del ambiente, poquísimo espacio y
escasez de luz, los trípodes casi entrechocando los unos con los otros, además, los destellos de flash están
prohibidos para no molestar a los espectadores de la sala así que el Maestro decide
sacarse un as de la manga y iluminarnos la escena con un potente proyector que
se saca de la chistera.
Después de conseguir domar el poderoso haz de luz
seguimos con lo nuestro, las horas pasan volando y donde en un principio no
veíamos ningún tema interesante ahora las formas y texturas parecen fluir
mientras Antonio nos va explicando su oficio. Parece que su narración se va
hilvanando con las imàgenes que conseguimos tomar.
Se nos hace tarde y Antonio tiene que poner en marcha los
proyectores de la sala inferior, nada interesante comparado con la maquinaria
antigua con sus formas redondeadas y sutiles, nos despedimos de Antonio con la
promesa de regalarle nuestras mejores fotos, él desparece escaleras arriba
donde aún, la magia del cine sigue dando vueltas con su sonido particular.