lunes, 14 de mayo de 2012

Ángel Herreros: Tarjetas de memoria.



Hablando no hace mucho con un amigo en un blog de Internet (la amistad en un medio tan insólito como Internet, un fenómeno que merecería ser estudiado), recordábamos aquellas cajas de hojadelata de determinada marca de cacao, donde iban a parar todas las fotos de familia y las postales que los aventureros de la época mandaban desde sitios tan fascinantes - al menos entonces, y supongo que debido a la ensoñación infantil de la época- como Benalmádena, Gandía, Benidorm, Las Cuevas del Drach en Mallorca…, el summun de lo exótico. Y las reacciones que provocaba su visionado varias décadas después. 

 De tal modo que me dispuse a buscar la famosa lata de cacao y pasar un buen rato mirando aquellos documentos que de algún modo ponen el prólogo a tus propias vivencias y a las de tu mujer –porque sí, al final todo me mezcla-. 

 Lo clásico: la mili de tu padre, la de tu suegro, las distintas bodas, bautizos y comuniones… etc , hasta que vuelvo a ver una foto que siempre me ha llamado mucho la atención, una foto que debe datar de los primeros años setenta, y que la he considerado un genuino, aunque algo cutre, modo explicativo de algunos de los comportamientos de la época. 

 Durante las Fiestas Patronales – otra cosa a investigar- en un pueblo de Castilla, una imagen refleja el momento en que el campeón de una carrera de burros “posa” con un más bien pírrico trofeo, y a falta de acontecimientos de más interés, a su alrededor se arremolinan algunos personajes curiosos. A saber; 

 Desde luego lo que más llama la atención son las “misses” y su uniformidad casi carmelita: el mismo peinado, el mismo tipo de gafas, el mismo vestido (y de exactamente la misma altura, encima de las rodillas). Una de ellas, tal vez la más audaz, lleva un vestido de paramecios, y además esboza lo más parecido a una sonrisa –ya digo que parece la más audaz-. La verdad, cuesta trabajo pensar el motivo por el cual otras chicas no fueron elegidas para tamaño honor. 

 Supongo que entonces esa manera de vestirse para las fiestas fuese una tendencia, pero para ser tendencia harían al menos falta un grupo de personas, y que un grupo de personas decidieran salir de ese modo a la calle…, sorprende. Casi tanto como la camisa post ye-ye –a juego con el tupé- que lleva el señor de la derecha, y que se la debió de poner ese día por alguna especie de solidaridad rural. 

 El campeón… Como ya hemos comentado más arriba, posa de lo más orgulloso con su trofeo ciertamente chuchurrío, ¡tanto esfuerzo para tan poco!. 

 La escena tiene como fondo casual la lona de la Tómbola Marines, una de las pocas atracciones de aquellos años mucho antes de que cualquier evento fuese “esponsorizado”. También junto a la lona se ve una de las pocas pintadas autorizadas de aquellos años y que fueron tan populares, al menos en aquellos pueblos castellanos: ¡Vivan los quintos del 64!. Total… ¡que más da!. 

 Supongo que a varias décadas vista, la contemplación de esta imagen nos hace sonreír sin ningún disimulo, pero debemos tener en cuenta, y creo que no me equivoco, por mucho que nos sorprenda, y es que a pesar de todo, esos personajes de la foto…¡Somos nosotros!.

3 comentarios:

  1. Repasar esas fotos siempre me ha parecido delicioso, y la lástima es que resulta muy complicado hacerlo con los hijos, que no sienten la más mínima conexión con ellas. Son dos sociedades totalmente ajenas, como dos planetas distintos.

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  2. La caja de fotos es un "link" preinternético al pasado. Yo también las tengo en unas de esas cajas de Cola Cao... y como dice Rodolfo, es una de esas cosas que no volverán a tener el mismo significado en las nuevas generaciones.

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  3. Qué buena entrada! Me ha encantado lo del vestido de "paramecios"! Nunca se me hubiera ocurrido relacionar ese típico estampado con un paramecio, pero ahora que lo has dicho, quedará in eternum en mi vocabulario, gracias!

    La verdad verdadera... la frase final "esos personajes de la foto…¡Somos nosotros!"

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